Washington, 18 de junio de 2025
El presidente Donald Trump estaría evaluando una ofensiva militar directa contra instalaciones nucleares de Irán, incluida la planta subterránea de Fordow, según fuentes citadas por CNN y The Wall Street Journal. Esta deliberación ocurre en un contexto de creciente presión interna y cambios significativos en las alianzas internacionales.
Trump ha intensificado su retórica contra Teherán, exigiendo una “rendición incondicional” y advirtiendo que, de no alcanzarse un acuerdo nuclear bajo sus términos, Estados Unidos responderá con “acciones aún más destructivas y mortales”. Figuras clave del Partido Republicano, como el vicepresidente JD Vance y el senador Lindsey Graham, han instado al presidente a actuar con decisión, desestimando cualquier posibilidad de solución diplomática.
Rusia se desmarca: retiro de apoyo a Irán
Un giro inesperado en el tablero estratégico lo ha protagonizado Rusia, tradicional aliada de Irán. En las últimas semanas, el Kremlin ha comenzado a desmarcarse del régimen iraní, retirando parte de su apoyo técnico y diplomático, y evitando pronunciarse con firmeza tras los recientes bombardeos israelíes en territorio iraní.
Fuentes diplomáticas señalan que Moscú, en medio de sus propias tensiones con Occidente y debilitado por prolongados conflictos en Ucrania y el Cáucaso, estaría reevaluando su alianza con Irán para evitar verse arrastrado a un conflicto regional de gran escala. Este retiro parcial del respaldo ruso ha dejado a Irán en una posición más frágil de cara a una posible ofensiva occidental.
China adopta una postura neutral activa
Mientras tanto, China ha adoptado una postura de neutralidad activa. Aunque ha expresado su apoyo a Irán en foros internacionales, Beijing ha evitado alinearse explícitamente con Teherán en el conflicto actual. El presidente chino, Xi Jinping, ha instado a la desescalada y al diálogo, subrayando la importancia de la soberanía nacional y la oposición a las sanciones unilaterales.
China mantiene relaciones económicas significativas con Irán, siendo uno de sus principales socios comerciales y compradores de petróleo. Sin embargo, su postura cautelosa refleja un interés por evitar una confrontación directa con Estados Unidos y sus aliados, mientras busca preservar sus intereses estratégicos en la región.
La amenaza de escalada y el dilema constitucional
Dentro del propio gobierno estadounidense hay señales de preocupación. Algunos asesores han advertido que lanzar un ataque sin la debida autorización del Congreso sería una violación directa de los equilibrios constitucionales, abriendo la puerta a una crisis institucional. La Constitución exige aprobación legislativa para actos de guerra no defensivos, y los críticos alertan que Trump podría intentar sortear estos controles bajo el argumento de “defensa preventiva”.
Desde el Pentágono se ha elevado la vigilancia sobre la región, pero persiste el debate interno sobre la viabilidad táctica de atacar Fordow, una instalación profundamente enterrada y fortificada, cuya destrucción requeriría una operación de alta precisión y gran poder destructivo.
Por su parte, Irán ha prometido represalias “devastadoras” ante cualquier ataque, y ha reforzado su aparato de defensa antiaérea, al tiempo que mantiene operativa su disuasión regional a través de aliados como Hezbollah y las milicias proiraníes en Irak y Siria.
Conclusión crítica: ¿disuasión estratégica o aventura electoral?
El panorama se torna cada vez más volátil. A cuatro meses de unas elecciones decisivas, Trump parece dispuesto a jugar la carta de la “fuerza” para reforzar su liderazgo exterior. Pero los riesgos son enormes: una ofensiva militar podría escalar rápidamente a una guerra abierta con consecuencias impredecibles, no solo para Medio Oriente, sino para la estabilidad global.
El retiro del apoyo ruso y la postura cautelosa de China dejan a Irán en una situación diplomática más vulnerable. Sin embargo, la falta de una coalición sólida podría limitar la capacidad de Estados Unidos para actuar sin enfrentar consecuencias internacionales significativas.
¿Está Estados Unidos preparado para una guerra preventiva? ¿O se está instrumentalizando la política exterior para consolidar una narrativa electoral basada en el uso del poder militar? La historia, y las urnas, juzgarán.
