Cusco vuelve a estremecerse ante una escena que ya no debería repetirse: un joven universitario fue hallado sin vida en pleno corazón de la ciudad. Se trata de Aldair Condori Taqquere, estudiante de Economía de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (UNSAAC), de apenas 22 años. Su cuerpo fue encontrado en la madrugada del viernes 13 de junio, sentado en una banca del parque Orellana, frente a la histórica Paccha de la Av. El Sol.
Más allá de los detalles del hecho –investigado aún por la Policía Nacional–, esta muerte desnuda una dura y cruda realidad: la peligrosa combinación de inseguridad en las calles, la irresponsabilidad en el consumo de alcohol entre jóvenes universitarios y, lo más doloroso, la falta de guía y límites que en muchos casos debería provenir desde el hogar.
Aldair había participado con orgullo en el tradicional “Saludo al Cusco”, logrando el tercer puesto con su delegación de la UNSAAC. Sin embargo, lo que debía ser una noche de celebración terminó en tragedia. Según fuentes policiales, tras asistir a una conocida discoteca en la Av. El Sol, fue hallado sin pertenencias, sin identificación, sin señales de vida.
Sus compañeros, también hallados en el lugar, fueron trasladados a la comisaría. Ellos sí reaccionaron. Aldair, no.
¿Qué pasó en esas horas? ¿Quién lo acompañó realmente? ¿Dónde estuvo la protección que como ciudad, como universidad, como familia, deberíamos ofrecer a nuestros jóvenes?
La Policía descarta, de momento, indicios de criminalidad, pero la ausencia de documentos y celular plantea más preguntas que respuestas. ¿Fue víctima de un robo? ¿Dejó de existir sin que nadie notara su agonía? Lo cierto es que la necropsia revelará lo que el entorno urbano ya grita a voces: los espacios públicos del Cusco se han vuelto escenarios de peligro, donde la vida puede apagarse sin ruido y sin auxilio.
La responsabilidad es compartida.
Por un lado, la desidia institucional: falta de patrullaje efectivo, nula intervención preventiva en zonas de alto riesgo, y una seguridad ciudadana que reacciona siempre tarde.
Por otro, una juventud que muchas veces subestima los riesgos de la noche, normaliza el exceso y se entrega sin precaución a ambientes que no garantizan seguridad ni cuidado, consumiendo bebidas alcohólicas en exceso y de manera desvergonzada, en muchos casos al rededor de sus propias universidades y a plena luz del día.
Y finalmente, las familias. Padres y madres que en muchos casos desconocen dónde están sus hijos, con quién andan, qué hacen. La confianza ciega no reemplaza al acompañamiento real.
Aldair Condori no volvió a casa. Su ausencia hoy es un grito de alerta. No puede ser una estadística más. Debe ser un punto de inflexión.
Y a Ud. ¿Qué le parece?



